martes, 22 de octubre de 2013

Introducción, contexto histórico y prosa didáctica de la obra


      INTRODUCCIÓN

En el siglo XIV la teología está en un momento de crisis, la cual plantea importantes dudas sobre si existe la posibilidad de llegar a alcanzar el conocimiento de Dios a través de los conocimientos y la racionalidad de la que disponemos los humanos. Como consecuencia de esta serie de planteamientos sobre el crecimiento intelectual a nivel espiritual aparecen movimientos místicos que tratan de armonizar el consciente (o el llamado “yo”) personal con la divina esencia. Así, movimientos de este tipo restan importancia a la iglesia como intermediaria entre Dios y el hombre. De tal manera, que se produce el llamado “Cisma de Occidente” en la iglesia, la cual comporta esta época de crisis durante treinta años, concretamente desde el año 1378 al 1417, durante los cuales la iglesia quedó dividida por tres papas: Urbano VI, Juan XXIII y Aviñón, a causa de problemas que surgieron en Roma.

Al terminar el Cisma de Occidente, gracias a la deposición de Benedicto XIII, la organización medieval se rompe y se  pierde el poder espiritual del Imperio, dando origen a las diversas nacionalidades europeas, que da gran importancia a la vida burguesa y urbana, intensificando la industria y el comercio local e internacional.

A finales de la Edad Media, entre el año 1347 y 1350,  se produjo la “guerra de los cien años” .
Esta etapa se caracteriza también pues hubo grandes plagas y la peste negra afectó a la mayor parte del continente europeo.


A pesar de la crisis política, literaria, económica y cultural Castilla tenía como objetivo dominar el sur de España y, por otro lado, Aragón dirigió su actividad política hacia algunas de las provincias más importantes del Mediterráneo, como Sicilia, Grecia, Italia y Nápoles. Gracias a este contacto de España, con Grecia e Italia, se hizo posible la aparición del Renacimiento en el siglo XV.

2.      LA NARRATIVA DEL SIGLO XIV

2.1. Contexto histórico y prosa didáctica de la obra

Durante la Edad Media asistimos al nacimiento de dos importantes tipos de poesía: la poesía narrativa, la cual incluye los cantares de gesta y los romances, y la prosa del castellano, que es en la que nos centraremos particularmente al analizar la obra de don Juan Manuel.
Remontándonos a la época del siglo XIII, vemos como las obras empezaron a traducirse en las lenguas vernáculas, en el momento en que empezó a decaer entre los pueblos el conocimiento de la lengua básica utilizada hasta entonces, el latín, cuando hubo una separación del Imperio romano en el siglo II d.C. y cada vez era más distante la relación sintáctica y la estructura gramatical de la lengua en sí entre los diferentes territorios conquistados por el pueblo romano y la aparición de las lenguas románicas. Así, a pesar de que las lenguas habladas en ese momento tenían la misma base, procedente del indoeuropeo, pequeños rasgos distintivos entre las lenguas surgieron en otras nuevas.
Con esto y añadiendo la aparición de la imprenta hubo un creciente interés por estas obras, las cuales contribuyeron al uso gradual del castellano. Sin embargo, para el establecimiento definitivo del castellano como lengua en sí era necesario establecer un seguido de normas léxicas, construcciones sintácticas… Así, en este aspecto fue importantísima la figura de Alfonso X el Sabio, quien gracias a la creación de su prosa científica y sus grandes esfuerzos en la tarea de convertir el castellano en una lengua apta para su uso literario, científico, jurídico e histórico.
Gracias a estos cambios producidos durante el siglo XIV, la prosa adquiere, por primera vez en la historia, una función  didáctica en las obras.
Como respuesta de este gran cambio en la narrativa aparecen obras como la que analizamos, El Conde Lucanor o el Libro de Patronio, el cual es un máximo exponente del reflejo de esta nueva etapa en la literatura.
En resumen, a partir del siglo XIII aparece una narrativa en prosa, cuya finalidad es educar al público en las doctrinas básicas de la iglesia y transmitir los conocimientos y valores cristianos, cuya corriente literaria en que se inscriben los autores de época recibe el nombre de mester de clerecía.
Algunas de las características literarias de la época son, por ejemplo, el hecho de que el público busque entretenimiento y placer en la lectura. El mester de clerecía ofrecía temas explicados a partir de experiencias de la vida
En este trabajo se expondrá al infante don Juan Manuel, quien tenía una gran cultura y su lectura estaba muy versada en autores clásicos. Ante sus obras mantenía una actitud muy austera consigo mimo,  es decir, era muy exigente con su prosa.
Don Juan Manuel compuso obras independientemente de la sociedad, es decir, trabajaba sólo  y sus obras se distinguían de las del resto de autores por las características estílicas tan personales que utilizaba en sus escritos y, aunque, preocupado siempre por conservar sus obras originales, se quemaron paradójicamente en la biblioteca en la que se encontraban.

Veamos, a continuación,  algunos de los rasgos más importantes de la vida de don Juan Manuel, de las características de sus obras y el contexto histórico en el que vivió a partir de los conocimientos que hemos obtenido con esta introducción que nos permite situarnos en la época medieval.

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